Hasta hace pocos años, cuando en la empresa hablábamos del mercado exterior nos referíamos a la exportación, como una función operativa y subordinada al departamento comercial y únicamente en el seno de la empresa industrial o de producción. En ese contexto, el Director Comercial era el responsable del mercado nacional, bajo el cual estaba también la exportación.
Actualmente cuando
hablamos del comercio exterior lo tenemos que hacer desde la perspectiva de la internacionalización, siendo el mercado local una parte de ese mercado más global y debemos referirnos tanto a la empresa de producción como a la de servicios, ya no se pueden diferenciar.
Es decir, como en tantos otros aspectos del mundo empresarial actual, los cambios provocados por la aparición de las nuevas tecnologías y la globalización es una característica que debemos afrontar ya que nos ha llevado directamente a tener que competir en un mercado global con visión internacional
Aquí no hay opción o nos internacionalizamos o nos internacionalizan, es decir o salimos fuera o tendremos dificultades crecientes para estar en el mercado local, pues alguien vendrá de fuera que nos desplazará. Así de sencilla es la cuestión.
La internacionalización, en menos de una década, ha pasado de ser una opción estratégica de grandes empresas a convertirse en una opción estratégica obligatoria para el común de las empresas, tanto de producción como de servicios. No se puede mantener ni desarrollar una PYME sin tener visión internacional y así lo entiende desde hace más de veinte años, por ejemplo el Grupo Cooperativo de Mondragón, siendo la INTERNACIONALIZACIÓN una de sus políticas fundamentales.
Desde luego esto supone una pequeña revolución para el mundo de la pequeña empresa, pues necesita incorporar nuevos conocimientos y capacidades que parecían estar fuera de su alcance. Sin embargo, esos mismos factores que han favorecido el intercambio y la globalización, bien aprovechados, pueden poner al alcance de las PYMES esas capacidades.
Si la pequeña empresa quiere disponer de esos recursos de forma tradicional, es decir a tiempo completo y dentro de la empresa, se puede encontrar con la realidad de que no están a su alcance.
Afortunadamente, la creciente demanda ha provocado la aparición de servicios especializados que permiten afrontar este reto recurriendo a la externalización o subcontratación a tiempo parcial. Ahora bien, eso pasa otra vez por cambiar, es decir por asumir que no sólo es susceptible de ser subcontratado por ejemplo el asesoramiento fiscal y contable, sino que también es posible subcontratar otros servicios más complejos, como pueden ser los de internacionalización. La realidad, es que para la pequeña empresa es la única vía de poder acceder a esos recursos y mejorar su competitividad.
La internacionalización además de permitir el acceso a nuevos mercados, conlleva la mejora de las capacidades facilitando el desarrollo de acciones de carácter más pro-activo como: la mejora de los productos, de la rentabilidad de las inversiones, la disminución de los costes de producción y de los riesgos o el incremento de los beneficios y permitiendo mantener la posición competitiva en el mercado nacional frente a la competencia exterior.
También facilita la obtención de objetivos cualitativos tan importantes como el cambio de cultura empresarial mejorando la visión global de Directivos, lo que les hace más permeables a las necesarias innovaciones organizativas y tecnológicas.
En definitiva, en un contexto de globalización económica el aprendizaje que, la proyección internacional y el acceso a mercados más exigentes genera, se constituye en un factor fundamental de progreso empresarial y por ello, existe un creciente riesgo de desaparición de las empresas excluidas de los mercados internacionales.
Aunque hace más de dos años que empezó, la crisis sigue instalada y fuerte en la economía real. La pasada semana un amigo, responsable de la Administración de una empresa industrial de 25 trabajadores, me comentaba que la plantilla iba a quedar reducida a la mitad, después de agotarse el ERE temporal y pasar a ser de extinción de empleo definitivo. Sin embargo, decía: “lo peor es que a pesar de esta reducción, con la actual debilidad de la demanda, los pedidos siguen siendo insuficientes para mantener los empleos restantes”.
¡Ese es el gran problema de las empresas! La demanda interna es muy débil pero tampoco va a mejorar a corto plazo, dada la elevada tasa de desempleo. Podemos correr el peligro de instalarnos en un círculo vicioso, a más desempleo menos demanda y a menos demanda más desempleo. Los Directivos de las Pymes tienen que salir de ese círculo sabedores que la solución no puede venir por el mercado interno.
De ahí que, la inmensa mayoría de los analistas económicos, por no decir todos, e incluyendo al Gobierno, insistan en que desde la perspectiva de la Pyme española, la INTERNACIONALIZACIÓN de su actividad tanto operativa como estratégicamente, es casi la única vía de salida. Máxime cuando también se constata la recuperación de las economías externas.
Sin embargo, entre los Directivos de las Pymes existe una combinación de falta de visión estratégica internacional y miedo a enfrentarse a la frontera que representa. Cuando la realidad es que, hace ya tiempo que están compitiendo en esa frontera que representa una economía globalizada e internacionalizada aunque sólo vendiesen en el mercado interior.
Por lo tanto, el mensaje claro es que no hay opción, o se internacionalizan o las internacionalizan, pero, además, porque la economía española tardará más en reactivarse y, porque existe margen de maniobra. En efecto, solamente 40.000 empresas españolas exportan con regularidad cuando existen más de 2 millones y el 75% de las exportaciones va a países de la UE. Por lo tanto, es muy probable que si vendemos a nuestros vecinos también podamos hacerlo a otros países, incluso con mayor facilidad.
En definitiva, desde mi visión fronteriza de la internacionalización, insisto que la estrategia más rentable que actualmente pueden poner en marcha las Pymes para salir de la atonía en la que se encuentran, es desarrollar objetivos y estrategias de internacionalización. La clave es empezar por convencerse que será difícil encontrar las oportunidades en el mercado interior y luego perder ese miedo que es consecuencia del desconocimiento. Existen abundantes apoyos tanto públicos como privados.
Ahora bien, también hay que pedir que las entidades financieras colaboren para facilitar las ventas en mercados exteriores mejorando su financiación. Sobre todo, cuando parece que la crisis financiera está encauzada, los bancos empiezan a ganar dinero y el riesgo de crisis sistémica ha desaparecido. Ya veremos si están a la altura cuando todos sabemos que la mejora de su situación es consecuencia directa de la ayuda recibida.
Además, el trabajo en grupo es consultancial a las empresas y organizaciones pues, no en vano la organización surge cuando uno sólo no puede producir o prestar un servicio.
Por otra parte, la productividad es la base de la competitividad empresarial. Es más, en el contexto de la actual sociedad de los conocimientos, se apoya más en las ventajas competitivas (innovación, aprendizaje y cooperación) que en las ventajas comparativas (calidad, costes, atención al cliente) y por lo tanto, podemos decir que el trabajo en equipo o colaborativo es al siglo XXI como la calidad fue al Siglo XX.
Tratar de hacer visible esta capacidad es la aportación de este post, lo cual es posible apoyándose en el último capítulo de El Aprendiz. Puedo decir que en esta ocasión me gustó mucho el programa.
Desde luego, no sé lo que pensaréis los lectores del post, pero lo que es evidente es que el cambio de actitud de Benjamín fue esencial para mejorar los resultados de los grupos. Y lo más importante, este cambio se produjo sobre la base del RESPETO y la responsabilidad (salvo en un caso), lo cual propició grandes beneficios individuales y de grupo en forma de resultados.
Primero el cambio de actitud de Benjamín, transmitió RESPETO hacia las cualidades del resto de los participantes, lo cual a su vez favoreció el reconocimiento, en su grupo, de sus grandes aptitudes profesionales y como resultado se generó un ambiente de aprendizaje y perfeccionamiento de todo el grupo, que permitió distribuir las tareas en función de las mejores capacidades de cada uno. Y en eso brilló el protagonista (gracias a su exposición se vendió un paquete de servicios más caro y fue comprado por más clientes y gracias a su negociación con el proveedor se obtuvieron mayores beneficios en la venta).
Segundo, también muy importante, su autoexclusión anterior a la prueba, desactivó el posible conflicto de intereses, pues nadie se sintió amenazado por el despliegue abrumador de capacidades de Benjamín. Fue suficiente para propiciar la creación de un ambiente “win to win” basado en la Confianza, siendo clave para ejecutar con eficiencia las decisiones tomadas.
Sin embargo, ello no fue suficiente para que su grupo ganara la prueba, pues precisamente la falta de responsabilidad y colaboración entre Elena, como especialista en turismo, y la líder del grupo, afectó al resultado final, hasta el punto que Elena fue eliminada con razón.
En definitiva, el “malísimo de Benjamín” se convirtió en el principal “culpable” de haber generado un ambiente de trabajo en equipo y por lo tanto, en el gran líder póstumo del trabajo colaborativo, lo cual fue sorprendente.
Una gran lección para todos los Directivos y gestores que funcionamos con estereotipos, que somos incapaces de esperar cambios en las personas y sobre todo, de valorar políticas blandas como el trabajo en equipo para conseguir grandes resultados.